En los últimos años, el uso de probióticos en la alimentación porcina ha tomado gran relevancia, como una estrategia sostenible para mejorar la salud intestinal y reducir el uso de antibióticos. Estos microorganismos beneficiosos, ayudan a mantener el equilibrio del microbiota intestinal, fortaleciendo las defensas naturales del cerdo desde las primeras etapas de vida.

El intestino es considerado el segundo cerebro del porcino, y su correcto funcionamiento influye directamente en el crecimiento, la absorción de nutrientes y la respuesta inmunológica. Cuando los cerdos enfrentan estrés, cambios en la dieta o condiciones ambientales adversas, su flora intestinal se ve afectada, aumentando el riesgo de enfermedades digestivas, aquí es donde los probióticos actúan como una barrera natural que mejora la digestión, reduce la presencia de patógenos y ayudan a una mejor conversión alimenticia.

Estudios recientes han demostrado que el del uso de los probióticos, también contribuyen a la ganancia de peso, mejor calidad de la carne y menor mortalidad en las etapas críticas del crecimiento. Además, permiten disminuir el uso de antibióticos promotores, apoyando las prácticas de producción más responsables y sostenibles que exige el mercado actual.

Implementarlos en la dieta porcina, requiere una selección cuidadosa de las cepas y dosis adecuadas. Cada tipo de microorganismo tiene funciones específicas: algunos favorecen la absorción de nutrientes, otros regulan el pH intestinal o estimulan el sistema inmune. Por ello, el acompañamiento técnico y la formulación precisa son fundamentales para garantizar resultados óptimos.

En definitiva, los probióticos se posicionan como una herramienta clave para una porcicultura moderna, sostenible y enfocada en el bienestar animal. Su aplicación no solo fortalece la salud del cerdo, sino que también impulsa una producción más eficiente y responsable con el consumidor y el medio ambiente.