El bienestar de los porcinos, no solo está la alimentación o la vacunación, este empieza en las instalaciones. Un entorno bien diseñado, no solo mejora la salud y el confort de los animales, sino que también influye directamente en su productividad, comportamiento y calidad de la carne. Invertir en infraestructura adecuada no es un lujo, es una decisión técnica y ética que impacta en toda la cadena productiva.

El primer paso es garantizar una ventilación eficiente. Los porcinos son sensibles a los cambios bruscos de temperatura y a la acumulación de gases como el amoníaco. Por eso, mantener un flujo de aire constante ayuda a reducir el estrés térmico y respiratorio, evitando enfermedades y mejorando el crecimiento. Una buena ventilación también debe acompañarse de un control de humedad y temperatura estable, especialmente en las etapas de lactancia y engorde.

Otro aspecto clave es el espacio disponible por animal. La sobrepoblación genera competencia, peleas y heridas, afectando tanto la ganancia de peso como el bienestar. Las instalaciones deben permitir el libre movimiento, con áreas diferenciadas para descanso, alimentación y eliminación de desechos. Los pisos antideslizantes, con buen drenaje y materiales que no causen lesiones, son esenciales para prevenir cojeras o infecciones podales.

La iluminación natural también es un factor importante. Una correcta exposición a la luz solar ayuda a regular los ritmos biológicos y estimula comportamientos naturales. Además, contar con una iluminación artificial controlada, permite manejar los ciclos de actividad y descanso de manera más eficiente, reduciendo el estrés y mejorando la conversión alimenticia.

Finalmente, no se puede olvidar la bioseguridad. Las instalaciones deben facilitar la limpieza, el flujo controlado del personal y el ingreso de animales, minimizando riesgos sanitarios. Áreas de desinfección, control de visitantes y sistemas de manejo de residuos son pilares básicos para mantener un entorno seguro y sostenible.

En Frigoporcinos Bello, promovemos las buenas prácticas de bienestar animal como un compromiso integral con la calidad y la sostenibilidad. Porque un cerdo sano y tranquilo no solo crece mejor, sino que representa el reflejo de una porcicultura responsable, moderna y comprometida con el futuro del sector.